En los últimos años, pocas palabras han sonado tanto en conversaciones de salud, belleza y cultura pop como Ozempic. Lo que empezó como un medicamento para tratar la diabetes tipo 2 terminó convirtiéndose en uno de los productos más buscados por celebridades, influencers y hasta gente común que sueña con un “cambio rápido” en su cuerpo.
Pero, ¿qué es realmente el Ozempic, por qué se volvió tan popular y qué riesgos esconde detrás del hype? Ozempic es el nombre comercial de la semaglutida, un medicamento aprobado para controlar la glucosa en pacientes con diabetes tipo 2. Funciona imitando una hormona llamada GLP-1, que regula el azúcar en la sangre, pero que también reduce el apetito, ralentiza la digestión y genera sensación de saciedad.
Ese efecto secundario —la pérdida de peso— fue el que cambió todo. En poco tiempo, pasó de ser un tratamiento médico a un fenómeno cultural.
El boom del Ozempic está ligado a varias aspectos; principalmente a la cultura de la imagen. Vivimos en una era obsesionada con los cuerpos delgados y los “before and after”, por lo que el Ozempic se empezó a ver como un atajo.
Las celebridades y las redes sociales han jugado un papel sumamente importante en su popularización, ya que rumores y confesiones de su uso por parte de famosos dispararon la curiosidad y la demanda. En TikTok y X (Twitter), el hashtag #Ozempic acumula millones de vistas con testimonios, chistes y debates. Y es que estos rumores se sustentaron con resultados visibles.
Algunas de las celebridades que han confirmado haber usado este medicamento son Megan Trainor, Lizzo, Amanda Bynes, e inclusive deportistas como Serena Williams.
Aunque se hable de él como la “inyección mágica”, Ozempic no es inocuo. Sus efectos secundarios van desde lo molesto hasta lo preocupante:
Ozempic puede ser una herramienta útil bajo supervisión médica y en casos específicos, pero no es un producto “para todos”. Convertirlo en una moda de bienestar ignora sus riesgos y desplaza a quienes realmente lo necesitan para tratar la diabetes.
Más que buscar un atajo, el debate real es cómo enfrentamos la presión estética y la obsesión por los resultados rápidos. El cuerpo no es un experimento de likes: merece cuidado, no solo tendencia.
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