Samhain Halloween

Samhain who? El origen místico de Halloween explicado

Los orígenes de la noche más spooky y esperada del año, es muy diferente a la actual

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Cada 31 de octubre, las calles se llenan de luces naranjas, calabazas talladas, disfraces ingeniosos y un aire entre lo místico y lo festivo. Pero antes de que Halloween se convirtiera en la noche más esperada del año para los amantes de lo spooky, tuvo orígenes muy distintos: una mezcla entre rituales paganos, tradición cristiana y cultura pop moderna.

El origen de Halloween se remonta a más de dos mil años, al festival celta de Samhain, celebrado en Irlanda, Escocia y otras regiones del norte de Europa. Para los celtas, esa fecha marcaba el final del verano y el inicio del invierno —una temporada oscura en la que, creían, el mundo de los vivos y los muertos se mezclaba por una noche.

Durante el Samhain, las familias encendían hogueras, usaban máscaras para ahuyentar espíritus y dejaban comida afuera de sus casas como ofrenda. Con la llegada del cristianismo, muchas de esas costumbres se adaptaron a la festividad de All Hallows’ Eve (la víspera del Día de Todos los Santos), que con el tiempo se acortó a Halloween.

Tradiciones que cruzaron el océano

Halloween llegó a Estados Unidos en el siglo XIX con los inmigrantes irlandeses y escoceses. Allí, la celebración evolucionó: las hogueras se transformaron en linternas de calabaza (Jack-o’-lanterns), las máscaras dieron paso a disfraces más elaborados, y los rituales espirituales se convirtieron en fiestas vecinales y recorridos de “trick or treat” (dulce o truco) para los niños.

A mediados del siglo XX, el cine, la televisión y la cultura de consumo hicieron el resto: los monstruos clásicos como Drácula, Frankenstein o las brujas se volvieron íconos del 31 de octubre. En los 80 y 90, películas como Halloween, Hocus Pocus y The Nightmare Before Christmas consolidaron la estética que hoy conocemos: una mezcla entre terror, nostalgia y diversión.

Halloween en la cultura estadounidense

Hoy, Halloween es una de las fechas más importantes del año en Estados Unidos, solo superada por la Navidad en gasto y participación. Se estima que los estadounidenses gastan más de 12 mil millones de dólares en disfraces, dulces, decoraciones y fiestas.

Las casas compiten por tener la decoración más impresionante —de telarañas falsas hasta cementerios en miniatura—, las oficinas organizan concursos de disfraces, y las ciudades grandes como Salem, Nueva Orleans o Los Ángeles se convierten en verdaderos epicentros de lo paranormal y lo festivo.

Más allá del consumo, Halloween se ha convertido en un reflejo cultural: un espacio donde lo oscuro, lo raro y lo diferente tienen permiso para brillar, donde cualquiera puede reinventarse por una noche.

Más que miedo: identidad, comunidad y creatividad

Aunque para muchos Halloween es sinónimo de fiesta, disfraces o maratones de películas de terror, su poder va más allá: combina la tradición ancestral del miedo con la libertad moderna del disfraz, una forma de jugar con nuestras sombras sin miedo a ellas.

En una era hiperconectada, Halloween sigue siendo un recordatorio de comunidad: del placer de abrir la puerta a un desconocido que pide dulces, de reírnos del miedo y de usar la imaginación sin límites.

Halloween ha pasado de ser un ritual para honrar a los muertos a un fenómeno global que celebra la vida, la creatividad y la identidad. Una noche donde los límites se desdibujan y todos —por unas horas— podemos ser lo que queramos ser.