Tiny Desk lleva rato regalándonos presentaciones que rompen con lo habitual, pero la más reciente llegó con un sello para la historia: SEVENTEEN se convirtió en el primer grupo de K-pop en presentarse formalmente detrás del icónico escritorio de NPR.
No lo hicieron en versión alternativa, no desde un estudio remoto. Ahí. En el lugar donde los arreglos cuentan más que el show, donde las voces no pueden esconderse y donde la música queda expuesta de la forma más honesta posible.
Y lo hicieron con una particularidad: solo cinco miembros estuvieron presentes —Joshua, Mingyu, Seungkwan, Vernon y Dino. Un escenario reducido para un grupo que normalmente brilla con trece integrantes, capas vocales, rap line, performance team y armonías que dependen del número. Para sumar tensión, DK —una de las voces más potentes del grupo— no pudo asistir por problemas vocales de última hora.
SEVENTEEN’s NPR Music Tiny Desk performance will be released on November 25th. pic.twitter.com/vZAELN5JWp
— Kpop Charts (@kchartsmaster) November 23, 2025
Pero en vez de sentirlo como un retroceso, la ausencia abrió espacio para lo contrario: intimidad, vulnerabilidad y una musicalidad que muchas veces queda opacada por la magnitud de SEVENTEEN en estadio.
Tiny Desk exige reinterpretación, y SEVENTEEN entendió la misión. Lo que escuchamos no fueron versiones descafeinadas, sino lecturas nuevas, más cálidas, más orgánicas, con respiración y textura.
Lo importante aquí no fue el volumen, sino la intención. No sonó a rebanada de estadio; sonó a banda real, a músicos tocando frente a ti, a cinco voces sosteniéndose unas a otras.
Más allá del setlist, que también incluyó “To you”, “HBD” y “SOS”, lo que hizo este Tiny Desk memorable fue la humanidad. Hubo risas, improvisaciones, fallos mínimos que no restaron —sumaron. Porque ver a SEVENTEEN sin la coreografía milimétrica mostró algo que muchos críticos han negado durante años: que hay talento incluso cuando lo visual no está al frente.
Durante mucho tiempo, el discurso anti K-pop se ha sostenido en una idea repetida: “Mucho show, poca voz.” Tiny Desk es, precisamente, el antídoto contra ese argumento. Es un espacio que premia lo vocal, lo musical, lo imperfectamente humano.

Que SEVENTEEN no solo aceptara el reto, sino que brillara dentro de este formato, marca un antes y un después. Demuestra que la industria coreana no es únicamente performance: es técnica, es armonía, es criterio musical, es artistry. Y SEVENTEEN lo dejó claro sin luces, sin fuego, sin escenografía.
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